Justificación de la necesidad de un transporte lunar
En la anterior entrada hablamos de para qué necesitamos un tren en la Luna con el argumento de que si llegamos hasta allí necesitaremos sistemas de transporte. También dimos unas pinceladas sobre qué opciones de transporte tenemos, en el que vimos que las otras opciones contaban con muchos problemas que no tienen los trenes para el transporte de grandes volúmenes a distancias medias. Ahora bien, no hemos entrado en para qué vamos a la Luna en primer lugar (la repetida premisa). De eso es de lo que vamos a hablar hoy.
Antes de empezar, te aviso de que esta entrada tiene un mayor componente de opinión personal que el anterior. Dicho esto, empezaremos en por qué creo que ahora mismo vemos este tema como algo tan complicado. Y seguiremos en por qué creo que acabaremos yendo. Como de costumbre, te espero en los comentarios para ver qué opinas.
La Pinta, la Niña y la Santa María
Ya os habréis dado cuenta de que hago muchas referencias a la época de las exploraciones, pero lo cierto es que tiene mucho que ver con la exploración espacial… Piénsalo así, las tres carabelas de Colón partieron pensando en un viaje de 4000 kilómetros, cuando en realidad era de 6500 kilómetros. ¿Qué cara tendrían los aproximadamente 100 tipos después de navegar durante semanas cuando muchos de ellos no sabían ni nadar? Compáralo a tener que construir desde cero un programa espacial. Cuando todo eran suposiciones y nueva ciencia y había que mandar a la aventura a unos cuantos astronautas en un módulo de 4,5 m3 de volumen habitable durante días, sabiendo que cualquier piedra dando vueltas por el espacio podría perforar el casco o que un mal cálculo los estamparía en la Luna. Curiosidad por descubrir mezclada con el miedo a lo desconocido.
Ya habréis oído lo de que un IPhone 15 es unas 80.000 veces más rápido y cuenta con un almacenamiento millones de veces mayor que el módulo lunar del Apolo 11. Algo parecido pasa con las tecnologías en la cohetería: ciertamente la potencia del Saturno-V no es nada desdeñable, pero las nuevas tecnologías vienen pisando fuerte… y son mucho más baratas. Como dato grosero, mandar 1 kg de cualquier cosa de la Tierra a la Luna costaba unos 47.000 dólares durante el programa Apollo, mientras que ahora lo puedes conseguir por unos 910 dólares (este último dato se basa en las estimaciones que ofrece SpaceX para el modelo StarShip, aunque hasta yo coincido en que es muy optimista. Enlace). Mi punto es que ir a la Luna ahora, aunque sigue siendo muy complicado, no es nada comparado con lo que fue en su día. ¿Por qué entonces no vamos o, directamente, por qué las agencias espaciales tienen tantas dificultades en alunizar? Mi teoría es la falta de financiación, la cual está provocada por una fueeeeeeeeeeeeerte desidia, me explico. El presupuesto de la NASA en 2024 fue de unos 27.185 millones de dólares (enlace); parece mucho, pero como referencia eso es lo que cuestan dos portaaviones de la clase Ford (enlace). De hecho, es aproximadamente un 3% del presupuesto militar que EE.UU. invirtió en ese mismo año fiscal (enlace). Y ojo, que EE.UU. es, con mucha diferencia, el que más financiación da a su agencia espacial. Pero como decía, todo esto es producto de la falta de interés. La colonización tuvo toda la atención de los Reyes Católicos porque necesitaban competir con Portugal por las redes comerciales. El programa Apolo aún hoy se considera entre los programas más caros de la humanidad porque los rusos habían lanzado el primer satélite al espacio (por cierto, en alguna parte leí que la Unión Soviética lanzó el Sputnik como una mera curiosidad científica sin darle importancia estratégica. Fue el pánico de EE.UU. lo que les hizo volcarse a tope en seguir el programa espacial). Hoy en día ninguno de estos actores considera el espacio como un interés crítico que requiera inmensos recursos, y por eso no le hacen mucho caso (aunque se respiran vientos de cambio: el programa Artemis surgió en parte como respuesta a los avances chinos del programa Chang’e, y las empresas privadas de multimillonarios como Jeff Bezos y Elon Musk están cambiando el tablero de juego). Me atrevo a aventurar con un 99% de seguridad de que el día que alguien sea capaz de traer con relativa continuidad (y no una vez cada 15 años en una nave científica) algún que otro pedazo de metal valioso del espacio, va a haber tal estampida de agencias y empresas privadas por conquistar el espacio que en pocas semanas te vas a reír de Star Wars… Algo así como la IA, que hace 5 años nadie sabía lo que era y ahora está por todas partes.
En fin, que me voy por las ramas, volviendo a nuestra comparación. Estamos como si Colón hubiera descubierto América y hubiera plantado la bandera, pero ahí quedó la cosa. Siglos más tarde, con unas nuevísimas tecnologías como el motor de vapor y las comunicaciones por radio, fuéramos plenamente conscientes de la existencia de América pero nos diera vértigo cruzar el Atlántico. Pero, diréis, ¡eso refuerza la teoría de que no hay ningún interés en ir a la Luna! Pues haberlo hay, como veremos más adelante, tanto en la Luna como en el espacio en general… pero nos quedamos con la idea de ¿para qué? En los años 70 llegar a la Luna era jugársela constantemente, una vez que la carrera terminó, una vez que ya no había una motivación política, ¿para qué invertir esa barbaridad de millones y arriesgar la vida de decenas de astronautas en algo que no tiene retorno? Sencillamente no valía la pena. Por que seamos sinceros: durante los primeros años, la exploración y la colonización es un verdadero pozo sin fondo de dinero, un envío constante de recursos desde la metrópoli para que la colonia tenga lo mínimo para poder florecer. Como ejemplo, y por favor que algún historiador me corrija, hasta donde sé las verdaderas riquezas de América que llenaron las arcas de la Corona de España durante siglos fueron en su mayor parte por el cerro de Potosí, el cual se descubrió entre las décadas de 1540 y 1570 (¡más de 60 años después del descubrimiento de América!). Lo que me lleva al tiempo que requiere una colonia para desarrollarse. A este respecto recomiendo un vídeo de Kurzgesagt que explica esto de forma clarísima (enlace), y que en resumidas cuentas distingue tres fases durante la colonización:
- Una primera fase de exploración donde los asentamientos son solo temporales.
- Una fase de crecimiento donde los asentamientos dependen íntegramente de la metrópoli.
- Una fase de madurez donde el asentamiento ya cuenta con capacidad propia para generar riqueza.
Según esta idea, la carrera espacial fue la fase de exploración; pero, como hemos hablado, no pasamos de allí. Ahora nos hemos quedado en esa fase y ningún gobierno está dispuesto a invertir los recursos necesarios para crear bases en una fase de crecimiento. Insisto, no es falta de capacidad ni falta de tecnología; es falta de financiación y de voluntad.
Ahora bien, una vez dicho esto tampoco creo que sea responsabilidad de los gobiernos. Antiguamente puede que sí, cuando a un rey más o menos absoluto le interesaba aumentar las posesiones y riquezas de su país y por eso tenía incentivos de sobra para la colonización. Pero el deber de los gobiernos actuales es garantizar unos servicios y derechos a los ciudadanos, no invertir en colonias espaciales hasta que den rendimientos. Pueden y deben financiar proyectos científicos en el espacio, pero no hasta el punto de dedicar dinero en una ciudad lunar a costa de menos hospitales o colegios. De ahí que la aparición de agentes privados sea el catalizador que favorecerá esta nueva época de exploración, dado que serán ellos los agentes con capacidad e incentivos para financiar estas nuevas colonizaciones.
Quiero terminar este apartado con una breve nota. Algún lector perspicaz habrá visto que mi argumento sobre la colonización se basa mucho en costes monetarios, rendimientos e intereses de agente privados. Obviamente hay otros enfoques mucho menos prosaicos e igual de válidos como el desarrollo tecnológico, la seguridad espacial (entiéndase la detección de asteroides) o incluso la mejora de servicios terrestres como la comunicación y el transporte. Creo que la colonización espacial tendrá unas ventajas mucho más nobles que el mero enriquecimiento de algunas empresas. Pero, por otra parte, serán estas empresas las que den el primer paso. Y siendo sincero, me extraña que lo hagan hasta que estén seguras de que conllevará un cierto retorno económico.
El cerro de Potosí espacial
Vale, entonces tenemos la tecnología pero crear bases lunares no es cosa de los gobiernos. Si acaso de empresas privadas, las cuales aún no ven claro que puedan sacar dinero de allí y por eso no vemos grandes avances en este campo. Pero ¿de qué van a sacar dinero? Pues simple: de la infinita cantidad de recursos minerales que existe en el espacio en general, y de la más que generosa cantidad que hay en la Luna en particular. No solo de cosas como oro, platino, litio, etc. Sino también de otros recursos que pueden ser clave en las próximas revoluciones tecnológicas (aquí me tengo que parar e insistirte que busques artículos sobre el Helio-3 como este: enlace. Un material que puede revolucionar las siguientes generaciones de centrales de energía limpia mediante fusión nuclear y que es virtualmente inexistente en la Tierra, mientras que en la Luna lo hay a patadas). Este tema de la minería espacial es bastante pantanoso porque hay muchas lagunas legales y tratados espaciales ambiguos, pero no dudéis de que tarde o temprano y de una forma u otra se dará. Pero en fin, llegados a este punto no me voy a parar en si un agente privado debería o no lucrarse por la extracción de recursos espaciales. Prefiero dar mi opinión de por qué eso nos beneficiaría como especie: por el menor impacto generado en la extracción de recursos y por la reducción de la contaminación.
Os voy a dar tres nombres raros para que gugleeis: Chuquicamata (en Chile), Katanga (en la RD del Congo) y Pilbara (en Australia). Si no lo has escuchado tranquilo, yo tampoco hasta que leí el libro Material World, de Ed Conway (por cierto, un libro que recomiendo encarecidamente si tienes curiosidad por saber cómo funciona el tema de la obtención de materiales). Estos son solo tres ejemplos de unas minas a cielo abierto (por no decir unos monstruosos boquetes) que han definido nuestro desarrollo durante las últimas décadas. La primera fue la mayor mina de cobre, permitiendo la electrificación que hemos experimentado en todo el mundo durante s. XX; de la segunda se extrajo, entre otras tantísimas cosas, el uranio empleado en el proyecto Manhattan; mientras que la tercera es la mina que ha provisto la mayor parte del acero necesario para la urbanización de los países asiáticos (incluyendo China y Japón). También fueron motivo de una enorme devastación e impacto social y medioambiental. Chuquicamata es tan grande que los cerros donde se vertía el escombro sobrante han llegado a engullir el pueblo donde vivían los antiguos mineros (las imágenes son brutales). Katanga fue durante décadas (y hasta 1960, antes de ayer como quien dice) el mayor ejemplo del expolio y explotación esclavista del colonialismo Belga. Mientras que las minas de Pilbara no han dudado en aplicar todo tipo de maniobras más que dudosas para explotar (literalmente, con explosivos) lugares sagrados para las poblaciones indígenas y restos arqueológicos de 40.000 años con tal de llegar a buenas vetas. Seguro que ya veis por donde voy… la obtención de recursos críticos para el mundo moderno tiene un impacto enorme, aunque sea a miles de kilómetros del sofá de nuestra casa. Muchos estaréis de acuerdo en que la solución pasa por aplicar criterios más sostenibles y justos para la obtención de estos materiales, y no os falta razón, ¿pero es esto posible y hasta qué niveles?

Figura 1. Volumen de recursos extraidos en el mundo
Fuente: World Trade Organization (enlace)
Incluso aunque empresas como Rio Tinto o Umicore apliquen escrupulosamente unos criterios de sostenibilidad en todos sus procesos, ¿cómo podrán compatibilizar un consumo cada vez más insaciable con una extracción respetuosa y que “apenas genere impactos”?
Esta pregunta es tan antigua como la civilización, y la respuesta corta es el avance tecnológico: nuevos procesos y nuevas tecnologías que permitan una extracción más eficiente. Sin embargo, me da la sensación de que en estos casos lo que se prioriza es la mejora en la producción a costa del impacto en el medio ambiente, por lo de que eso de que ”apenas genere impactos” es relativo. Un ejemplo actual que me viene a la cabeza es el fracking, pero los hay desde hace cientos de años (hay uno que me parece muy característico: en los siglos XVI y XVII el hierro se obtenía principalmente de la quema de carbón vegetal, lo que era muy ineficiente y produjo escasez de árboles en el área del sur de Gales. ¿La solución? Emplear carbón, mucho más eficiente y que evitaba la necesidad de talar tanto bosque, pero que también era más contaminante, enlace). Otra opción es el cambio en los hábitos de consumo y que en última instancia nos llevaría a una economía circular que reciclase todos los residuos. Esto ya se está dando, de hecho en la UE se llega a reciclar hasta el 90% de todo el hierro inoxidable, aluminio y cobre dado que es relativamente sencillo y requiere menos energía. Pero eso no cubre ni de lejos la demanda necesaria; por ejemplo, todo ese cobre reciclado solo satisface el 44% de la demanda (enlace). Es decir, incluso reciclando todos los residuos necesitaríamos seguir extrayendo recursos mineros. Y eso que no voy a entrar en detalles más complejos como la alteración de espacios vírgenes para la extracción minera, como los polos (enlace) o incluso el fondo marino (enlace).
Esto ya se está haciendo largo, pero es necesario mencionar la contaminación aunque sea muy resumidamente. En concreto me quedo con un dato que me parece muy elocuente: solo el refinado de hierro y acero ha supuesto entre el 6% y el 7% de todas las emisiones de CO2 generadas por el ser humano según datos de 2002 (enlace). A esto añádele un poco más por el resto de los metales no ferrosos (como referencia, según datos de 2016 en EE.UU., el 80% de las emisiones del refinado de metales corresponde al hierro y acero; y el 20% restante a los demás metales. Enlace). En definitiva, mi punto es que si seguimos las tendencias actuales, la extracción minera es tan sucia e invasiva como necesaria para el crecimiento y el desarrollo.
Como alternativa la minería espacial aún suena a ciencia ficción, pero supone una fuente infinita de recursos mineros. Como ejemplo extremo está el objeto Psyche 16 en el cinturón de asteroides entre Marte y Júpiter, que contiene suficiente hierro y níquel para abastecer a la humanidad en el próximo millón de años (si, has leído bien). Como dato curioso a la par que inservible, llegaron a especular que su valor en el mercado actual es de unas 70.000 veces el valor de toda la economía mundial (enlace). Por su parte, la Luna también cuenta con abundantes recursos mineros (enlace), muchos de los cuales generan todo ese impacto del que hemos estado hablando. Demos un paso más allá: ¿por qué no refinar esos mismos materiales en el espacio? Con ello evitaríamos la emisión de inmensas cantidades de CO2 que están contribuyendo generosamente al calentamiento global de nuestro planeta. Vale si, incluso en ese caso tenemos que considerar la contaminación asociada a los cohetes espaciales necesarios para traer esos materiales refinados (que, por cierto, no es poca. Enlace). Incluso, se me ocurre que la entrada regular de muchos cohetes espaciales puede calentar la atmósfera debido a la resistencia que generan (supongo que a este nivel no supone ningún peligro, pero por si no lo sabías esta fue la causa de la extinción de los dinosaurios: no fue el impacto del meteorito hace 66 millones de años, sino la posterior reentrada de todos los materiales eyectados que elevaron la temperatura de la atmósfera a cientos de grados). Pero incluso estos problemas tienen solución: se puede invertir en cohetes menos contaminantes que dependan más de combustibles inocuos (como la unión de oxígeno e hidrógeno para generar agua) o, a muy largo plazo, tecnologías que ahora son ciencia ficción como ascensores espaciales.
En cualquier caso, mi punto es que podemos desplazar un foco muy potente de impactos medioambientales y contaminación fuera de nuestro planeta. De ahí que lo que veo polémico en todo este asunto es si es justificable desplazarlo a zonas vírgenes como la Luna o asteroides. En otras palabras, ¿es justificable contaminar otros astros si con ello evitamos contaminar la Tierra? Puede parecer que estos astros son completamente estériles, pero quizás es porque aún no los conocemos bien. Y alterarlos puede acabar con pruebas importantes sobre el origen del Sistema Solar o incluso de la vida misma. Pero, por otra parte, nuestra responsabilidad es proteger la Tierra dado que es el único lugar que conocemos que alberga vida. En este contexto, la minería espacial supondría reducir enormemente nuestro impacto a la par que garantizaría un acceso ilimitado a recursos cruciales para el desarrollo científico y la exploración espacial. Mi opinión personal se decanta por lo segundo, aunque espero tus comentarios con ganas.
Recapitulando
El desarrollo humano siempre ha generado un impacto en el medio ambiente. Sin embargo, esto se ha acelerado en las últimas décadas llegando a niveles de contaminación preocupantes. Frente a esto, y aunque aún se requieran grandes esfuerzos y desarrollos tecnológicos, la minería espacial supone una alternativa que desplace los inconvenientes a la vez que asegura un suministro de recursos ilimitados. Si bien ello se logra a expensas de alterar y contaminar los cuerpos espaciales.
Tras este paréntesis de opinión, en la siguiente entrada comenzaremos por fin con el proyecto de tren lunar por algo que parece una obviedad pero que no lo es tanto: ¿dónde lo construimos y por qué allí? Así como unos detallitos sobre cómo nos afecta la topografía lunar. ¡Nos vemos!